Paz y Esperanza se inició como un proyecto pionero bajo la colaboración y apoyo de One Mission Society, en el año 2005.
OMS por sus siglas en ingles, trabaja en los cinco continentes del mundo desde el año 1901, y en España desde 1972.
Paz y Esperanza, inicia su ministerio en el año 2005. En mayo del 2006 nace la primera iglesia en casa.
Asumiendo el llamado del Señor Jesucristo de «...Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado...» (Mt 28:19-20), la iglesia Paz y Esperanza está comprometida con la predicación del Evangelio e involucrada en la plantación de iglesias alrededor del mundo, creyendo en iglesias multiplicadoras que se relacionan entre sí.
Entendemos que hay una gran responsabilidad en enseñar todos aquellos principios que Cristo modeló y nos encargó a transmitir a las nuevas generaciones, con el fin de poder tener discípulos saludables y comprometidos con la Gran Comisión.
Creemos con todo nuestro corazón que el deseo de nuestro Dios es llevar la restauración a las personas heridas, empujando hacia atrás la oscuridad y glorificar a nuestro Señor Jesucristo. Por esta razón existe la Iglesia, por esta razón existimos nosotros.
Nuestro compromiso es plantar iglesias que nunca dejarán de ser multiplicadoras: Iglesias que plantan iglesias. Todo esto se cumplirá mediante la capacitación, el evangelismo personal y la multiplicación de nuevas iglesias.
Como iglesia tenemos la responsabilidad de vivir conforme a la vida que Cristo vivió, siguiendo sus pisadas y siendo ejemplo para otros en conducta, palabra, fe y pureza (1 Jn 2:6; 1 Tim 4:12).
Algunos de los valores y principios que fomentamos como iglesia son los siguientes:
Como iglesia fomentamos una vida de compañerismo y comunión los unos con los otros (Jn 13:34). Es maravilloso cuando como iglesia podemos vivir una vida de unidad y amor. Por ello, promovemos ese afecto fraternal tan necesario en la familia de la fe (Rom 12:9-10; 12:15-16).
Ese amor, nos llevará a caminar con los que están pasando por dificultad, pero también a gozarnos con los que están viviendo momentos de alegría (Rom 15:1-2; 1 Co 16:14).
Honramos y respetamos las diferencias. La Iglesia Paz y Esperanza en España es Intercultural y disfrutamos la diversidad cultural, étnica, incluso gastronómica. Buscamos intencionalmente que nuestras iglesias reflejen la diversidad étnica de nuestra sociedad y estamos comprometidos a trabajar para ello. Perseguimos activamente tanto dentro como fuera de nuestras iglesias que sean cálidas y amorosas.
Entendemos que una de las características que debe tener un buen discípulo de Cristo, es la fidelidad y lealtad a Dios en primer lugar, y en segundo lugar al cuerpo de creyentes que constituimos la iglesia de Cristo (Col. 1:7; 4:7; 1 Co. 4:17).
La lealtad es definida como el carácter de una persona, que expresa respeto y fidelidad hacia una persona, compromiso, comunidad, principios, entre otros.
Alguien leal es aquella que es dedicada, y cumplidora inclusive cuando las circunstancias son adversas. La iglesia necesita de personas fieles y leales, donde la desunión y las divisiones no tengan entrada, por el amor y respeto que rendimos al Señor y su obra.
La Biblia dice: «No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos» (Fil 2:3).
«Con el orgullo viene el oprobio; con la humildad, la sabiduría» (Prov 11:2).
«Vivan en armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con los humildes. No se crean los únicos que saben» (Rom 16:12).
Promovemos este sentido de humildad, donde como discípulos de Cristo estamos en un proceso de aprendizaje y formación hasta que Cristo venga. Todo hijo de Dios debe caracterizarle ser una persona «enseñable», donde con humildad pueda recibir el consejo de Dios y la ayuda que otros puedan brindarle. Cuando una persona deja de ser enseñable y cree tener la razón siempre, allí es donde viene el oprobio (Prov. 11:2), pero cuando hay un corazón dispuesto a crecer y ser moldeado por el Señor, allí viene la sabiduría y la exaltación de parte de Dios (Stg 4:10). Lo interesante es que Dios se vale de muchos recursos para enseñarnos su sabiduría, en primer lugar, su Santa Palabra, pero también, las circunstancias, los procesos de la vida, nuestros líderes espirituales, un hermano cercano de la iglesia, e incluso aquellas personas que muchas veces no son de nuestro agrado. Sin embargo, si permitimos al Espíritu Santo que obre un corazón «enseñable y humilde», el precioso carácter de Cristo será moldeado en cada una de nuestras vidas, para su gloria y honra.
Uno de los mayores privilegios que Dios nos da, es el de poder servir en su Reino con un corazón dispuesto. Por ello Pablo le aconseja a la iglesia en Roma: «Nunca dejen de ser diligentes; antes bien, sirvan al Señor con el fervor que da el Espíritu» (Rom 12:11).
Creemos que un buen discípulo es una persona que sirve a los demás como dice Gál 5:13 «…Más bien sírvanse unos a otros con amor»; pero también es una persona que siempre está preparada para toda buena obra (2 Tim 2:21). Oramos para que Dios cada día levante personas dispuestas para servir a Dios cuando Él lo demande, sin importar cualesquiera que sean las circunstancias.
Creemos que vive un Dios quien existe en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Creemos que Jesús es el Hijo de Dios, nacido de una virgen, que se hizo hombre, quien vivió una vida sin pecado, murió en nuestro lugar como sacrificio por los pecados de la humanidad, fue sepultado, resucitó corporalmente de la tumba y ascendió a los cielos. Creemos que el Señor Jesucristo literalmente regresará a la tierra.
Creemos que Dios el Espíritu Santo obra activamente para convencer al incrédulo de su condición y necesidad de salvación, y es el Consolador y Guía que vive en todo creyente.
Creemos que la Biblia es la Palabra de Dios y es la suprema autoridad de la vida y la fe. Creemos que el hombre es una creación especial de Dios, creado a su imagen; no obstante, por el pecado del primer hombre, Adán, entró el pecado a toda la humanidad de tal forma que todos somos pecadores y necesitamos de su salvación.
Creemos que la salvación es un don (obsequio) recibido por medio del arrepentimiento hacia Dios y fe en el Señor Jesucristo, así como el pecado entró a través de un hombre así mismo la salvación entró a través de otro hombre llamado Jesucristo. Creemos que la salvación es un don de la gracia de Dios. No puede ser comprada por obras meritorias, sino que es otorgada gratuitamente a todos los que ponen su fe en la obra consumada por Jesucristo en el Calvario.
Creemos que las personas que mueren en pecado sin Cristo pasarán la eternidad en el infierno, y aquellas que mueren con sus pecados perdonados en Cristo pasarán la eternidad en el cielo.
Creemos que el bautismo por agua es un acto de obediencia al mandamiento de Cristo y es por inmersión después de ser salvo.
Creemos que la iglesia es el cuerpo de creyentes comprometidos a obedecer a nuestro Señor Jesucristo como cabeza de esta.
Creemos que todo creyente posee acceso directo a Dios a través de la oración y del Señor Jesucristo.
Creemos que Satanás es una persona, el autor del pecado y la razón de la caída del hombre, y que está destinado al juicio de un castigo eterno en el lago de fuego (Mateo 4:1-3; Hechos 5:3; 2 Corintios 4:4; Apocalipsis 20:10).
Creemos que todos somos llamados con un llamamiento santo a andar no conforme a la carne sino conforme al Espíritu, y a vivir de tal manera en el poder del Espíritu que mora en nosotros, que no satisfagamos la concupiscencia de la carne. Pero la carne jamás será erradicada de nuestra vida y el cristiano decide mantener a la carne en sujeción a Jesucristo por medio del poder del Espíritu Santo o ella manifestará su presencia en nuestra vida para deshonra de nuestro Señor. (Romanos 6:11-13; 8:2, 4, 12-13; Gálatas 5:16-23; Efesios 4:22-24; Colosenses 2:1-10; 1 Pedro 1:14-16; 1 Juan 1:4-7; 3:5-9).
Hasta el regreso de Cristo, el privilegio y deber del creyente es buscar el cumplimiento de la Gran Comisión de Cristo y ministrar en su nombre a un mundo necesitado. Debemos ser instrumentos de Jesucristo a medida que el Espíritu Santo ministra redención y reconciliación en el mundo (Mateo 25: 31-46; 28:18-20).